2014-11-05 periodico elmundo-portada¡Cómo me he emocionado al leer este artículo de Begoña Ibarrola!

“EDUCAR LA MENTE SIN EDUCAR EL CORAZÓN”

Es de verdad gratificante ver como no estamos solos en España, que somos muchos los que pensamos así.

Yo, como profesora de secundaria de matemáticas, nada más y nada menos, me di cuenta precisamente de todo esto en el breve tiempo que pude estar en contacto con las aulas. Qué falta les hace a los niños aprender a identificar y a gestionar sus emociones, qué flaco favor les estamos haciendo al no enseñarles a afrontar sus miedos, sus inseguridades y sus deseos. ¡Pero cómo vamos a hacerlo si nosotros tampoco somos capaces!

Somos de una generación de transición, en la que no ha habido grandes males ni grandes preocupaciones. Hemos ido dejando pasar la vida sin grandes lecciones que otros sí tuvieron que recibir. Nadie nos enseñó a hablar, ni a escuchar. Y ahora estamos sufriendo las consecuencias.

Nuestros niños no saben gestionar sus vidas y nosotros somos incapaces de darles las herramientas necesarias para que lo hagan.

Como bien dice Begoña Ibarrola en su artículo, la asignatura de “Educación Emocional y Creatividad” es muy necesaria, y debería ser impartida además de en un horario concreto, en todas las circunstancias del día a día del niño en el colegio; y la única forma de conseguir esto, es que el profesorado sea capaz de manejar estas herramientas.

Esto es precisamente lo que llevamos un año buscando con nuestro proyecto de Mediación Educativa “¿Hacemos las paces?”. Somos una asociación de padres de niños de diferentes edades, que tratamos de hacer ver a los colegios la importancia de esta necesidad desatendida en la actualidad. Lo que ofrecemos precisamente es una intervención a todos los niveles en los centros. Por un lado formación del profesorado, por otro lado, talleres formativos a todos los alumnos del colegio, y para acabar, talleres informativos a los padres, de forma que conozcan qué están aprendiendo sus hijos, y puedan ayudarles y acompañarles.

Como en todo, el tiempo, el dinero y las diferentes circunstancias limitan mucho la posibilidad de llevar a cabo el programa completo; pero hagamos lo que hagamos en cada centro, todo es útil, cada pequeña intervención consigue unas mejoras increíbles.

Esto no pretendía ser una publicidad de la Asociación, pero no puedo por menos que comentarlo, porque lo que nos cuenta Begoña en el artículo es todo por lo que estamos luchando nosotros, lo que nos apasiona y nos está cambiando la vida a cada uno de los miembros de la Asociación.

Isabel Zarraluqui López

isabel@hacemoslaspaces.com

 

 

Transcribo a continuación el artículo completo o podéis acceder pinchando aquí.

EDUCAR LA MENTE SIN EDUCAR EL CORAZÓN

Llama la atención que en todos los centros educativos aparezca como objetivo la educación «integral» del alumnado y que estas palabras no plasmen la realidad, ya que en muchos colegios se ocupan más del desarrollo de la dimensión cognitiva del alumno y poco o nada de su dimensión emocional. Una buena educación no consiste sólo en tener normas de conducta adecuadas, sino también en saber reflexionar, tomar decisiones, emitir juicios, expresar las emociones de forma adecuada, ser empático, trabajar en equipo, ser creativo y actuar de forma responsable.

Por eso, aunque las emociones están impresas en nuestro código genético, podemos educarlas para convertirlas en aliadas y no en enemigas. La asignatura de Educación Emocional y Creatividad puede servir para formar personas con más recursos internos, que dispongan de herramientas para hacer frente a los retos que la vida les depare. Algunas de estas herramientas se llaman autoconocimiento, asertividad, automotivación, empatía, resiliencia, optimismo; en definitiva, habilidades para la vida que pueden ayudar a los alumnos a resolver problemas de tipo emocional para los que no les va a servir una fórmula matemática.

También es cierto que, al ser una asignatura impartida en unas horas concretas por una persona concreta, puede suceder que se dejen pasar situaciones en el día a día del colegio en las que se debería actuar y responder por parte del profesorado de cualquier materia. Antes de un examen, durante la práctica de un deporte, en el recreo, en un conflicto en el comedor pueden ser momentos donde se impartan y aprendan grandes lecciones de educación emocional. Si queremos un abordaje ideal de la educación emocional, ésta debe hacerse de forma transversal, debe impregnar el currículo, para que todos los docentes se sientan corresponsables de la formación integral de las personas que tienen a su cargo, que no sólo son alumnos, sino, en primer lugar, personas en proceso de formación.

Por otra parte, para implantar una nueva asignatura, compleja e importante como ésta, es necesario formar a los docentes para que se sientan competentes a la hora de impartirla, a la vez que ellos mismos trabajen su propia educación emocional. Se enseña más con el ejemplo que con datos. Veo con satisfacción el esfuerzo de muchos docentes por trabajar la educación emocional dentro de sus aulas a pesar del currículo, que cada año les presiona más, y a pesar de la falta de valoración de familias e incluso compañeros, que piensan que es más importante conseguir un buen nivel en el Informe Pisa que ayudar al proceso de formación de la personalidad de los alumnos.

Como dijo James Heckman, Premio Nobel de Economía en 2000, «la inversión en educación emocional podría redundar en una mejora de la calidad y la productividad de los recursos humanos de un país». Podemos hacer una gran apuesta para incluir la educación emocional en las aulas de todo el país. Sólo hace falta diseñar un itinerario realista que permita la formación de los docentes y un seguimiento adecuado.

Begoña Ibarrola, psicóloga y escritora

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